Hace unos años atrás, después de
mis estudios de Maestría, me pregunté sobre los costos de oportunidad que
genera para el desarrollo de las ciudades, así como para cualquier pueblo
colombiano, la no continuidad de políticas públicas de interés colectivo. En
otras palabras, más coloquiales, qué implica no seguir construyendo sobre lo construido.
Desde mi visión económica, no
ortodoxa, existen muchos argumentos que demuestran, dependiendo del enfoque
trascendente de las cosas, que los costos son relativos en cuanto a los fines
políticos, de la continuidad –o no- de ciertas políticas públicas. En otras
palabras, todo depende.
Pero como cualquier persona de
bien, interesado de una convivencia social armónica, deseoso de un mayor
bienestar colectivo, sin complicarme la vida pensando en lo que nos hace
distintos –todo lo contrario, lo que nos hace semejantes-, considero que
construir sobre lo construido es lo más sensato; aunque haya que pulir algunas
cosas (porque la sociedad hay que recrearla).
Por lo anterior, cuando reviso lo
que acontece en el País, por estos días, de manera general, observo que estamos
viviendo nuestra propia realidad. Realidad histórica, como estructura
institucional, construida y replicada, una y otra vez, y cuyos orígenes siguen
vigentes. La incoherencia política e ideológica que sobre una visión de
Estado-Nación aún no logramos concretar. Porque la consigna es: sálvese quien pueda, no de papaya pero aproveche
toda la papaya que le den, etc.
Esa lógica de desunión, de falta
de caridad humana, de desconfianza y “viveza”, del que es avispado y verraco,
del que es un duro y un putas, es la que ha logrado configurar la cultura
social que hoy nos molesta tanto (pero cuando quien la evidencia es el otro). Porque
no existe la conciencia colectiva que son esas las actitudes las que a todos
nos afecta como sociedad. Y, por lo tanto, al no autocensurarnos, el ser
conscientes que debemos alimentar nuestro propio auto-gobierno, es lo que
alimenta, día a día, la institucionalidad que tanto nos distingue: ser legales
en la forma (aparentar) pero ilegales en el fondo (aprovechar toda papaya
puesta). Y de eso somos todos, incoherentemente, conscientes (empezando por nuestros
políticos).
Ahora que estamos en los diálogos
de paz en la Habana, entre el Gobierno Nacional y la FARC, en el paro de los
Maestros Colombianos en cabeza de FECODE, en pulso político con el Ministerio
de Educación Nacional, que cada día hay más colados en el Sistema Trans-Milenio
en la Ciudad de Bogotá, entre otras muchas cosas, la pregunta que me hago es: ¿no
es esto un mismo síntoma, como guion, de varias películas que a diario vemos en
nuestra sociedad?
El deseo de construir una
sociedad distinta a ésta, que tanto los molesta (en verdad), nos debe llevar a
acordar (de fondo) una nueva manera de convivir y alcanzar un mayor progreso
social. Y eso tiene que ver con el papel que debe jugar la educación en este
nuevo ordenamiento social, a partir de la construcción de una nueva institucionalidad.
Una institucionalidad incluyente, como lo postulan Acemoglu y Robinson @whynationsfail.
A mi modo de ver, por mi pasión
en los temas educativos y formativos, dado el inobjetable contexto global y
económico que nos rodea, con cambios vertiginosos en todos los procesos productivos,
a causa de los mismos procesos de innovación y desarrollo tecnológico, que
desafían los rígidos sistemas educativos y formativos, deberían ser los mismos
procesos innovadores (disruptivos) de los sistemas educativos y formativos la solución,
como respuesta a estos grandes desafíos.
La exclusión e incoherencia
política (e ideológica) que el país ha mantenido hasta el momento (desde la misma
independencia), sobre el papel de la educación y formación (práctica) en el
desarrollo económico y social del país (con base en las ideas del libro "El
Ideal de lo práctico" de Frank Saford), evidencia la triste construcción
de la institucionalidad “no incluyente” que vive el país.
Por eso considero, aprovechando el
momento político que estamos viviendo, donde la educación está por primera vez en
el primer lugar de la agenda nacional, para que entre todos, padres de familia,
docentes y gobierno, hagamos un verdadero pacto por la educación que este país
merece; como verdadera estrategia de desarrollo económico y progreso social.
Reconociendo que el sistema educativo debe tener buenos docentes, bien pagos y
socialmente reconocidos como claves en esta apuesta. Y que las familias deben
estar más comprometidas con un sistema educativo de calidad, donde la
Co-Formación (Escuela/Docentes y Familia) sea un requisito fundamental en esta
apuesta. Y que el Gobierno Nacional, con visión de Estado, promueva en el
diseño y el desarrollo de políticas públicas necesarias –de largo aliento- para
afianzar ese gran propósito de construir progresivamente una institucionalidad
incluyente. Para la concreción de una prosperidad colectiva, desde la
diferencia, la inclusión y la equidad.
La sociedad moderna e inclusive contemporánea tiene un modelo funcionalista, el cual la razón de ser de la sociedad es la eficiencia, la eficacia, el rendimiento y por ende la continua competencia por estar por encima y tener ventaja sobre los demás.
ResponderEliminarSe hace necesario un modelo más humano, pensado en las personas, en su felicidad y realización, buscando el bien común y la prosperidad colectiva a la que usted refiere en su escrito.
Para ello es importante una política pública influyente pero no excluyente, es decir para todos y todas. Que quien gobierne la política comprenda las necesidades humanas en la realización y necesidad de cada ser y piense en la construcción de un mundo en donde el centro de todo sea la persona y su crecimiento en el bienestar para todos.
Cordial saludo
ResponderEliminarLas políticas públicas son un espacio de reflexión y encuentro con la responsabilidad social que tiene todo ser humano y en especial quienes tenemos un cargo y una responsabilidad tan grande como la del educador y el directivo docente.
En los diferentes encuentros se logró hacer un recorrido bastante interesante por los diferentes gobiernos y sus políticas de gobierno o de "tuno", las cuales algunas han demostrado ser una oportunidad para la elección y en otros casos intereses de unos cuantos sin importar la realidad y necesidades del pueblo.
Otras y en materia de educación tienen que ver con la puesta en común de América Latina y la tendencia de la globalización, que exige una educación de excelencia y de calidad.
Los encuentros fueron muy fructíferos, puesto que han dejado una profunda inquietud, sobre la manera de intervenir y hacer mella en la participación ciudadana, para contribuir en la consolidación de una política educativa que genere transformación y lo más importante beneficie y cubra el 100% de la población, vista como una persona carente, que necesita de los demás y solo puede realizarse con los otros y para los otros.
Muchas gracias por los aportes del seminario y deseoso de un bienestar personal, familiar y profesional que le permita continuar aportando tanto a la humanidad, frente a la política humana y sostenible en el tiempo.
CARLOS FERNANDO GIL MORA